sábado, 20 de octubre de 2012

Armonía terrenal. Conmemorando el día internacional de la lucha contra el cáncer de seno

Armonía terrenal. La música con Rita Guerrero


Manuel Mejía Armijo, marzo 2011

La mariposa no cuenta meses, sino momentos.
R. Tagore



Como muchos de los mejores héroes, Rita murió muy pronto, a mitad del camino, pero nos dejó un legado y una misión clarísima a quienes estuvimos con ella en el impresionante despliegue de voluntad que fue su vida y que se intensificó durante el último año. Yo que me aferré a la decidida apuesta por la esperanza que emanó de ella durante el proceso de la enfermedad, me dejé llevar por el oleaje creciente de la esperanza hasta dar contra las rocas.


Ansooy e amwaj. Detrás del oleaje. Composición de Manuel Mejía Armijo

Un antiguo tañedor de laúd en China, rompió su laúd contra las piedras cuando murió su maestro y compañero espiritual. El califa Yecid II de Damasco, lloró sin interrupción durante quince días, la muerte de su cantora favorita, Hababa, hasta que él mismo perdió la vida. Algo dentro de mí está deshecho ahora; algo también llora continuamente, noche y día. Extraño mucho a Rita como amiga, y sé que la extrañaré con mayor intensidad conforme pase el tiempo, pero como cómplices que somos (esto debe decirse en presente y sin involucrar a la muerte) tengo la oportunidad de conservar cerca su espíritu si soy capaz de recrear su legado.


Volantes promocionales de los dos discos de Ensamble Galileo

Nos conocimos personalmente en el año 2000 y me impactó que coincidiéramos en vericuetos musicales tan particulares a los que nos había llevado una búsqueda personal. A diferencia de otros músicos que veían con cierto recelo que una cantante destacada en el ámbito del rock mexicano estudiara repertorio barroco y medieval, para mí era una virtud que le aportaba recursos valiosos. Además, mi historia era similar: en 1995 se disolvió mi grupo La Mala Sangre y empecé a estudiar el repertorio medieval y del renacimiento. Inmediatamente descubrí la huella que habían dejado en su alma ciertas músicas con las que yo también resonaba e intuí una gran afinidad musical.

Supe desde el principio que era una intérprete ideal para el repertorio sefardí y otros repertorios hispánicos de influencia oriental, incluyendo la música andalusí. El "factor árabe" decíamos, y exploramos el repertorio privilegiando la vitalidad de la interpretación. Yo la invité a participar con el grupo Segrel, en el programa Estampas musicales de la España medieval (que presentamos en la UNAM) y ella me invitó a formar parte del Ensamble Galileo, con el que participamos, en ese entonces, en la parte musical de la presentación de la novela La caverna de José Saramago en el Zócalo de la Ciudad de México, con la presencia del autor.


En La Habana, Cuba, 2008. Foto de Mariana Mercado

Desde entonces trabajamos ininterrumpidamente en una serie de empresas que han moldeado mi ser, mi manera de pensar y mi forma de ver la vida. Nunca dejamos de reunirnos para estudiar música antigua, compartimos cursos y seminarios, conciertos, giras, juntas. Tuvimos proyectos fallidos y exitosos, pero todos formativos.

Tocamos en universidades, iglesias, antros, plazas, playas, casas, en el escenario del Plantón del Zócalo en 2006, como protesta por la manera en que se llevó a cabo el proceso electoral; tocamos en la Merced, en Tepito, en el Museo de Guadalupe en Zacatecas, compartimos cursos de lírica medieval y el seminario, colaboré en el proyecto de la formación de un coro dedicado a la música antigua, cuyos alumnos recibieron de Rita el entusiasmo por la música y la disciplina que requiere el trabajo vocal.

En el año 2007 preparamos un programa de voz y laúd, especialmente pensado para una gira por siete estados del país. Cantigas medievales, lírica sefardí, dos temas árabes, villancicos del siglo XVI y alguna selección de polifonía en América, era básicamente el contenido del programa que titulamos "El jardín de las delicias". Subíamos a la cajuela del auto una alfombra, varias veladoras, atriles, partituras e instrumentos, encendíamos el motor y salíamos rumbo a algún pueblo o ciudad. No sabíamos qué público nos aguardaba ni en qué condiciones tocaríamos pero teníamos la certidumbre del repertorio que deseábamos compartir y una convicción de la importancia del arte como el más valioso de los bienes culturales que se puede brindar a la sociedad.

Conocimos Ixtenco, pueblo de Tlaxcala que tuvo importancia antiguamente en el comercio, en donde el profesor Humberto fue tocando casa por casa para invitar al público; en cada domicilio explicaba de qué trataría el espectáculo. Fuimos muy bien recibidos en Nepantla, donde el público llegó al Auditorio del Centro Cultural Sor Juana. Tocamos al lado de la virgen gigante de Chignahuapan.

El día de hoy no sé si atesoro más esos recuerdos tan felices o los de la dificultad. Recuerdo que en Oaxaca teníamos que plantarnos por horas en las oficinas de Cultura para que nos atendieran: habíamos estudiado la música durante meses, habíamos llegado hasta allí listos para la actuación y resultaba que los cómodos funcionarios no habían encontrado un recinto para hacer el concierto y pensaban cancelarlo.

Rita creía en la tolerancia y la practicaba, pero la indignación hervía en sus venas frente a la desidia y mezquindad de los funcionarios y ante los múltiples hechos de injusticia que frecuentemente se llevan a cabo en el ámbito cultural del país. Evitaré narrar la larga historia de bilis, teléfono y oficinas que pasamos en Oaxaca, finalmente triunfamos: recuerdo bien a Rita, mi hijo Darío con 5 años y algunos amigos, acomodando la sillas y limpiándolas con una franelita para que el concierto se llevara a cabo.

En Acapulco la experiencia fue similar: viajamos durante la noche y cambiamos llantas en la autopista que estaba invadida por rocas; y cuando nos preparamos para el concierto el encargado de la Casa de Cultura, que más parecía un vacacionista perezoso que un servidor público, nos confesó que no había hecho difusión y que si no nos adaptábamos, podía cancelar el concierto, para lo cual bastaba hacer una llamada a no sé cual maestra, para prevenir a los pocos invitados ¿Qué tal nos sentimos esa vez? Optamos por el pacifismo: no ahorcamos a aquel flojonazo, nos adaptamos y dimos el concierto sudando a cada nota. Al anochecer Rita y yo cenamos rissoto con mariscos; estaba entera y satisfecha, ni una gota de amargura quedaba en su rostro. Esta es una imagen de fortaleza que tendré siempre en la memoria, abrigada de cariño.

No fueron batallas contra molinos de viento: creímos en la música como un bien que debe compartirse; creímos en la utilidad de los conciertos para la sociedad; creímos que vale la pena que el vendedor de discos piratas de San Jerónimo en la Costa Grande baje el volumen de su amplificador para dejar que resuenen los antiguos instrumentos de cuerda pulsada y desde el alma salgan cantando las palabras, nani nani, y en el aire se revuelvan con la brisa del Pacífico.


Concierto Remedios curativos, en el 81, diciembre 2010

Nunca nos detuvimos, y los resultados del trabajo no sólo se plasmaron en las presentaciones sino también en el espíritu de cada uno: ahí vivirán por siempre. La enfermedad no fue un obstáculo para nuestra relación musical, de hecho la música cobró en su vida una importancia mayor. Organicé un pequeño concierto en apoyo tanto económico como moral para los duros tratamientos que comenzó al final de 2010 y tuve la grata sorpresa de recibir un mensaje de ella antes de comenzar: "Me estoy sintiendo bien ahora y quisiera ir al concierto pero me da un poco de pena porque voy con mis familiares". El concierto terminó con ella cantando sobre el escenario.

El 20 de enero tuve el último ensayo con Rita. Llegué con 12 piezas nuevas que nos provocaron una verdadera indigestión musical. Al día siguiente me di cuenta de mi imprudencia, provocada por una reacción pueril ante el temor poco conciente de la enfermedad y la muerte. Tal vez pensaba, ingenuo, que alzando las partituras con las manos y agitándolas gritaba: "Enfermedad, tenemos mucho que hacer, no se te vaya ocurrir interponerte en los planes".


Concierto el 20 de diciembre de 2011 en X Teresa

Recibí el último mensaje de texto suyo el 10 de febrero de 2011 que termina diciendo: "¿Cuándo nos vemos? Acabo de salir del hospital". No pudimos concretar la cita, pero no dejo de ver en ese mensaje el fuego de su voluntad aún ardiendo y me conmueve profundamente su alta estima por el trabajo compartido durante poco más de diez años. De esto, como muchas otras manifestaciones de Rita, no se debe hablar en pasado.

Ahora funcionarios de cultura y políticos hablan de Rita y se lamentan, a ellos hay que pedirles silencio, porque Rita está viva, hay que escucharla y aprender de ella. Y ya sin afán de censura, pido a todos: hay que seguir escuchando a Rita, no solo su voz y su canto, también sus historias, su corazón palpitante.


Concierto en Santo Domingo, Centro de la Ciudad de México a fines de 2010

Cuando llego al final de la página me doy cuenta que nadie disfrutaría tanto rememorar las escenas que he contado, las anécdotas, los personajes (benignos o pesados), a nadie conmoverían y divertirían tanto como a Rita. Me doy cuenta plenamente de eso y lloro. 


lunes, 24 de septiembre de 2012

Septiembre


Xarab es una palabra escurridiza. Árabe y escurridiza. No podemos asegurar que se haya desparramado en sarao y luego en jarabe; la pronunciación de esta última palabra con la fonética antigua es muy parecida a la palabra árabe. Bebida, vino, composición líquida de varios elementos, suspensión curativa. Fiesta, muestra escénica compuesta de varios elementos, principalmente música, danza y poesía. Expresión mexicana del tiempo de la Independencia, que poco a poco se fue refugiando en las rancherías y se petrificó un tanto desfigurada en los montajes del siglo XX para ballet folclórico.

A partir de que en 2010 montamos el programa Xarab, sarao y Jarabe. Música, poesía y baile del tiempo de la Independencia, mis compañeros de Segrel y yo hemos recibido joyas de nuestra herencia cultural nacional. Darle voz y corazón a las décimas de Hidalgo en el umbral de su fusiliamiento; hacer vibrar en nuestros cuerpos y nuestras cuerdas las canciones de las tropas de Morelos, tocar la música apropiada para que una sola pareja haga una muestra de precisión y destreza bailando el genuino jarabe mexicano, es tomar un camino para aproximarse a la patria que tiene desencantos y satisfacciones.

Tal vez estoy bien adoctrinado por la SEP de los setentas, y llevo sembrada una continua loa a los héroes patrios; tal vez mi entusiasmo infantil por las cuetizas de los 15 de septiembre; tal vez mis lunes de esfuerzo por permanecer derecho en el saludo a la bandera; tal vez las borracheras sin sentido y la ultraviolencia coyoacanense de mi primera juventud; y otros factores que no alcanzo a ver, me condicionaron para tomar ese camino.

Por los antecedentes del grupo Segrel trabajando con la antigua lírica popular, quedó bien justificado el estudio de las expresiones líricas representativas de la Independencia de México. El enfoque histórico del trabajo del grupo resultó muy pertinente para emprender este programa escénico. La investigación ha sido una experiencia muy gratificante para mí, y puedo asegurar que también para mis compañeros de escenario. Me siento orgulloso de mis antepasados, me siento agradecido con ellos porque han llenado mi cabeza de conocimientos y mi corazón de alegría. Hablo de los ceramistas-músicos-Insurgentes, escritores, poetas, guitarristas, cantores, aguadores-jaraberos, investigadores, de la pelusa, de los héroes, de alguno que otro hacendado, de mis compañeros del grupo, del público mexicano actual.

Para hablar de desencantos, recuerdo la respuesta del historiador Villalpando en 2010 ante la propuesta del programa. Algo así como: ya tenemos todo perfectamente planeado y organizado, no dudo que su propuesta tenga calidad, pero en los fabulosos festejos del bicentenario ya no tiene cabida. Yo creía que nuestro programa generaría gran interés en las programaciones culturales de dicho año por ofrecer una recreación histórica única de expresiones ya desconocidas para la mayoría del público mexicano. Pero las expectativas han quedado muy grandes a la realidad. Ignorancia (desgano generalizado por ir más allá del pretexto) y antipatriotismo (como ideología hegemónica) han sido los obstáculos persistentes.

Para hablar de satisfacciones, doy testimonio de la presentación del grupo Segrel en el Teatro de la Ciudad el pasado 6 de septiembre. Con una producción menos que raquítica, poco tiempo para difusión y otras adversidades, el resultado fue un intercambio con el público realmente conmovedor. Martín Pérez, bailarín, se regresó desde Colombia a media gira, solo para actuar en dicha presentación. En el público se encendió un espíritu que la pasividad televidente no ha doblegado. Una señora se levantó de su butaca para gritar a Segrel: “¡artistas y patriotas!”, tan emocionada que casi caía al piso.

Por mi parte puedo decir que aparte de las emociones tan especiales me invaden en el escenario, esa noche sentí una gran emoción cuando el público respondió con vivas a la copla de tiempos de la Independencia documentada por Guillermo Prieto y cantada ahora por Jorge Morenos en el Jarabe documentado por Francisco Santamaría: ¡Que viva la Independencia! / ¡Que viva la libertad! / ¡Que viva México libre! / ¡Que viva la igualdad!

Tengo necesidad de avivar mi amor por la patria, y es un honor compartir esa necesidad a través del arte. Algunas veces he sentido que encarnamos la imagen de Gibrán, del que ofrece un tesoro que sostiene entre las manos y la gente pasa a su lado sin tomar nada, pero otras veces he sentido una profunda comunión. Quizás con resentimiento, afirmo que los fabulosos festejos bicentenarios, incluyendo al coloso y la suavicrema (cuyo único rasgo de ingenio y creatividad es su sobrenombre popular) no han dejado nada; han sido pura pólvora cebada. En cambio nuestro Xarab, adquiere vitalidad y vigencia, crece entre la adversidad y le ha dado patria a este mes de septiembre.  

Manuel Mejía Armijo, Ciudad de México, septiembre 2012


lunes, 17 de septiembre de 2012

Bienvenida

Bienvenidos a esta bitácora que da cuenta del despertar y viaje de un laúd que mira el mundo a través de una celosía labrada, que le habla al mundo en voz baja. Que se regocija en las promesas del mañana. 
Su paso no deja huella, como el pez en el agua, como el ave en el viento, como el hombre en la mujer. 
Su mirada queda trémula al brillo del sol de su mañana, los rincones de su cóncava recámara aún pueden guardar más sonidos.
Pero no piensen que es una bitácora fetichista; si un artefacto de madera con cuerdas llega a tener protagonismo en mis palabras, es por sus cualidades simbólicas, por ser un pecho contra mi pecho durante tantas horas, por haber sido el mejor amigo de hombres como el Galileo viejo, por no rehuir al dolor humano, por no gritar de miedo, por su amor al equilibrio.
Entre el griterío de voces destempladas, parece mudo; frente a los oídos necios, es inútil maquinaria; pero su voz no termina, aunque haya dormido por años, su voz es joven, y despierta con delicadeza.
Toqué por primera vez un laúd en la casa de Daniel Guzmán, con mi tía Carmen Elena, y ahora que me recuerdo explorándolo no puedo desprenderme de la imagen de un primate curioso haciendo uso de sus manos. Pero sospeché desde ese momento, que me gustaba tener esa voz, que podía decir las cosas que vale la pena decir, con esa voz; y sospeché entonces que podía aprender un lenguaje de sabiduría, aunque quedará al margen de su entendimiento, la proximidad me brindaría un calorcito, vital, indispensable para mi supervivencia.
Eso fue en el año 1996.
Este es el año 2012, y mi amiga Lorena Uribe, que emprende un estudio de ciertos aspectos de la percepción musical a través de la poesía de siglos de oro, me envía este soneto de Juan de Iranzo:


Foto:Daniela González
A un laúd, uno que lo tañía

De herirte, laúd, jamás me alejo,
ni el Amor de herirme se refrena;
a ti te ciñe cuerda, a mí cadena;
tú suenas dulcemente, yo me quejo.




Tu pecho está herido, yo no dejo
de tener en el mío llaga y pena;
a ti y a mí nos tiempla mano ajena;
tú eres por ti mudo, yo perplejo.

Tú de box, yo amarillo; tú, hincadas 
las clavijas que tuercen donde quiero;
yo, mil flechas de amor, de Amor guiadas.

Tú eres muerto, yo muero si te hiero;
los golpes te dan vidas acordadas;
dolor es vida en mí, sin él yo muero.