Manuel Mejía Armijo, marzo 2011
La mariposa no cuenta
meses, sino momentos.
R. Tagore
Como
muchos de los mejores héroes, Rita murió muy pronto, a mitad del
camino, pero nos dejó un legado y una misión clarísima a quienes
estuvimos con ella en el impresionante despliegue de voluntad que fue
su vida y que se intensificó durante el último año. Yo que me
aferré a la decidida apuesta por la esperanza que emanó de ella
durante el proceso de la enfermedad, me dejé llevar por el oleaje
creciente de la esperanza hasta dar contra las rocas.
Ansooy e amwaj. Detrás del oleaje. Composición de Manuel Mejía Armijo
Un
antiguo tañedor de laúd en China, rompió su laúd contra las
piedras cuando murió su maestro y compañero espiritual. El califa
Yecid II de Damasco, lloró sin interrupción durante quince días,
la muerte de su cantora favorita, Hababa, hasta que él mismo perdió
la vida. Algo dentro de mí está deshecho ahora; algo también llora
continuamente, noche y día. Extraño mucho a Rita como amiga, y sé
que la extrañaré con mayor intensidad conforme pase el tiempo, pero
como cómplices que somos (esto debe decirse en presente y sin
involucrar a la muerte) tengo la oportunidad de conservar cerca su
espíritu si soy capaz de recrear su legado.
Volantes promocionales de los dos discos de Ensamble Galileo |
Nos
conocimos personalmente en el año 2000 y me impactó que
coincidiéramos en vericuetos musicales tan particulares a los que
nos había llevado una búsqueda personal. A diferencia de otros
músicos que veían con cierto recelo que una cantante destacada en
el ámbito del rock mexicano estudiara repertorio barroco y medieval,
para mí era una virtud que le aportaba recursos valiosos. Además,
mi historia era similar: en 1995 se disolvió mi grupo La Mala
Sangre y empecé a estudiar el repertorio medieval y del
renacimiento. Inmediatamente descubrí la huella que habían dejado
en su alma ciertas músicas con las que yo también resonaba e intuí
una gran afinidad musical.
Supe
desde el principio que era una intérprete ideal para el repertorio
sefardí y otros repertorios hispánicos de influencia oriental,
incluyendo la música andalusí. El "factor árabe"
decíamos, y exploramos el repertorio privilegiando la vitalidad de
la interpretación. Yo la invité a participar con el grupo Segrel,
en el programa Estampas musicales de la España medieval (que
presentamos en la UNAM) y ella me invitó a formar parte del Ensamble
Galileo, con el que participamos, en ese entonces, en la parte
musical de la presentación de la novela La caverna de José
Saramago en el Zócalo de la Ciudad de México, con la presencia del
autor.
En La Habana, Cuba, 2008. Foto de Mariana Mercado |
Desde
entonces trabajamos ininterrumpidamente en una serie de empresas que
han moldeado mi ser, mi manera de pensar y mi forma de ver la vida.
Nunca dejamos de reunirnos para estudiar música antigua, compartimos
cursos y seminarios, conciertos, giras, juntas. Tuvimos proyectos
fallidos y exitosos, pero todos formativos.
Tocamos
en universidades, iglesias, antros, plazas, playas, casas, en el
escenario del Plantón del Zócalo en 2006, como protesta por la
manera en que se llevó a cabo el proceso electoral; tocamos en la
Merced, en Tepito, en el Museo de Guadalupe en Zacatecas, compartimos
cursos de lírica medieval y el seminario, colaboré en el proyecto
de la formación de un coro dedicado a la música antigua, cuyos
alumnos recibieron de Rita el entusiasmo por la música y la
disciplina que requiere el trabajo vocal.
En
el año 2007 preparamos un programa de voz y laúd, especialmente
pensado para una gira por siete estados del país. Cantigas
medievales, lírica sefardí, dos temas árabes, villancicos del
siglo XVI y alguna selección de polifonía en América, era
básicamente el contenido del programa que titulamos "El jardín
de las delicias". Subíamos a la cajuela del auto una alfombra,
varias veladoras, atriles, partituras e instrumentos, encendíamos el
motor y salíamos rumbo a algún pueblo o ciudad. No sabíamos qué
público nos aguardaba ni en qué condiciones tocaríamos pero
teníamos la certidumbre del repertorio que deseábamos compartir y
una convicción de la importancia del arte como el más valioso de
los bienes culturales que se puede brindar a la sociedad.
Conocimos
Ixtenco, pueblo de Tlaxcala que tuvo importancia antiguamente en el
comercio, en donde el profesor Humberto fue tocando casa por casa
para invitar al público; en cada domicilio explicaba de qué
trataría el espectáculo. Fuimos muy bien recibidos en Nepantla,
donde el público llegó al Auditorio del Centro Cultural Sor Juana.
Tocamos al lado de la virgen gigante de Chignahuapan.
El
día de hoy no sé si atesoro más esos recuerdos tan felices o los
de la dificultad. Recuerdo que en Oaxaca teníamos que plantarnos por
horas en las oficinas de Cultura para que nos atendieran: habíamos
estudiado la música durante meses, habíamos llegado hasta allí
listos para la actuación y resultaba que los cómodos funcionarios
no habían encontrado un recinto para hacer el concierto y pensaban
cancelarlo.
Rita
creía en la tolerancia y la practicaba, pero la indignación hervía
en sus venas frente a la desidia y mezquindad de los funcionarios y
ante los múltiples hechos de injusticia que frecuentemente se llevan
a cabo en el ámbito cultural del país. Evitaré narrar la larga
historia de bilis, teléfono y oficinas que pasamos en Oaxaca,
finalmente triunfamos: recuerdo bien a Rita, mi hijo Darío con 5
años y algunos amigos, acomodando la sillas y limpiándolas con una
franelita para que el concierto se llevara a cabo.
En
Acapulco la experiencia fue similar: viajamos durante la noche y
cambiamos llantas en la autopista que estaba invadida por rocas; y
cuando nos preparamos para el concierto el encargado de la Casa de
Cultura, que más parecía un vacacionista perezoso que un servidor
público, nos confesó que no había hecho difusión y que si no nos
adaptábamos, podía cancelar el concierto, para lo cual bastaba
hacer una llamada a no sé cual maestra, para prevenir a los pocos
invitados ¿Qué tal nos sentimos esa vez? Optamos por el pacifismo:
no ahorcamos a aquel flojonazo, nos adaptamos y dimos el concierto
sudando a cada nota. Al anochecer Rita y yo cenamos rissoto con
mariscos; estaba entera y satisfecha, ni una gota de amargura quedaba
en su rostro. Esta es una imagen de fortaleza que tendré siempre en
la memoria, abrigada de cariño.
No
fueron batallas contra molinos de viento: creímos en la música como
un bien que debe compartirse; creímos en la utilidad de los
conciertos para la sociedad; creímos que vale la pena que el
vendedor de discos piratas de San Jerónimo en la Costa Grande baje
el volumen de su amplificador para dejar que resuenen los antiguos
instrumentos de cuerda pulsada y desde el alma salgan cantando las
palabras, nani nani, y en el aire se revuelvan con la brisa
del Pacífico.
Concierto Remedios curativos, en el 81, diciembre 2010 |
Nunca
nos detuvimos, y los resultados del trabajo no sólo se plasmaron en
las presentaciones sino también en el espíritu de cada uno: ahí
vivirán por siempre. La enfermedad no fue un obstáculo para nuestra
relación musical, de hecho la música cobró en su vida una
importancia mayor. Organicé un pequeño concierto en apoyo tanto
económico como moral para los duros tratamientos que comenzó al
final de 2010 y tuve la grata sorpresa de recibir un mensaje de ella
antes de comenzar: "Me estoy sintiendo bien ahora y quisiera ir
al concierto pero me da un poco de pena porque voy con mis
familiares". El concierto terminó con ella cantando sobre el
escenario.
El
20 de enero tuve el último ensayo con Rita. Llegué con 12 piezas
nuevas que nos provocaron una verdadera indigestión musical. Al día
siguiente me di cuenta de mi imprudencia, provocada por una reacción
pueril ante el temor poco conciente de la enfermedad y la muerte. Tal
vez pensaba, ingenuo, que alzando las partituras con las manos y
agitándolas gritaba: "Enfermedad, tenemos mucho que hacer, no
se te vaya ocurrir interponerte en los planes".
Concierto el 20 de diciembre de 2011 en X Teresa |
Recibí
el último mensaje de texto suyo el 10 de febrero de 2011 que termina
diciendo: "¿Cuándo nos vemos? Acabo de salir del hospital".
No pudimos concretar la cita, pero no dejo de ver en ese mensaje el
fuego de su voluntad aún ardiendo y me conmueve profundamente su
alta estima por el trabajo compartido durante poco más de diez años.
De esto, como muchas otras manifestaciones de Rita, no se debe hablar
en pasado.
Ahora
funcionarios de cultura y políticos hablan de Rita y se lamentan, a
ellos hay que pedirles silencio, porque Rita está viva, hay que
escucharla y aprender de ella. Y ya sin afán de censura, pido a
todos: hay que seguir escuchando a Rita, no solo su voz y su canto,
también sus historias, su corazón palpitante.
Concierto en Santo Domingo, Centro de la Ciudad de México a fines de 2010 |
Cuando llego al final de la página me doy cuenta que nadie disfrutaría tanto rememorar las escenas que he contado, las anécdotas, los personajes (benignos o pesados), a nadie conmoverían y divertirían tanto como a Rita. Me doy cuenta plenamente de eso y lloro.